Era el 25 de julio, caluroso y húmedo, por la radio habían dicho que este estaba siendo el verano con las temperaturas más altas desde hacía 130 años… El reloj sólo marcaba las 05:48 y el bochorno ya invadía toda la habitación. Había dormido fatal. Inevitable dejar las ventanas abiertas con la esperanza de que la brisa quisiera entrar a darse una vuelta por la casa. Pero nada de nada. Lo único que había entrado era el ruído constante de la ciudad. Casi no había pegado ojo y el poco rato que durmió fue entre sueños extraños. Soñó un cuento de Navidad, un cuento que su madre le contaba en la infancia. Frases inconexas, luces y sombras se alternaban en la memoria efímera de esos sueños condenados a ser olvidados todos los días.
¡A TRABAJAR!
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Aunque no tenía muchas ganas de levantarse tampoco estaba a gusto en la cama mirando el techo. El polvo flotando en el aire formando haces de luz en diagonal desde los agujeros de la persiana a medio subir hasta el suelo caliente. Las 06:58. ¡Hora de levantarse!
Un café frío de ayer y un bocadillo con el trozo de tortilla de patatas que sobró de la cena era suficiente. Qué gran invento esto de las tortillas empaquetadas que podías comprar en el supermercado, ya no tienes que cocinar para comer tortilla de patatas…
Pip Pip Pip. Sonó la notificación de Whatsapp. Cogió el móvil y miró qué era deslizando elegantemente el dedo sobre la pantalla «¡¡¡Otra vez!!!» Exclamó en voz alta levantando la mirada en un movimiento circular que recorrió toda la cocina. «Mejor te voy a bloquear.» Dijo otra vez en voz alta aunque no había nadie más. Por un momento se quedó reflexionando, sabía que iba a hacer daño y que era una reacción desproporcionada. Pero de nuevo deslizó el dedo, seleccionó la opción «Bloquear» y «Ok».
DE CAMINO AL TRABAJO
Se juraba que era la última vez que no cogía las vacaciones en verano. Como se lo había jurado el año pasado y también el anterior. Con lo bien que estaría ahora disfrutando en la piscina de una casa rural a 2000m de altura. Andaba sin poner atención siguiendo el camino tantas veces repetido. Intentaba recordar el cuento de Navidad de su infancia. Ocho años repitiendo ese camino. Sintió el choque de un hombro contra el suyo y de forma automática empujó con más fuerza, casi con rabia, impulsando el cuerpo de un chico a dar medio giro de espalda «¡Fíjate por dónde vas que casi me tiras!» Le gritó al chico que le miró con expresión de aturdimiento. Continuó andando con más energía, levantando la barbilla y mirando hacia adelante. Triunfante.
Siempre llegaba unos cinco minutos antes de la hora de entrada. Tiempo suficiente para sentarse en su escritorio, encender el ordenador y abrir la agenda para consultar las tareas del día.
OTRO DÍA MÁS COMO OTRO CUALQUIERA
Delante se sentaba Marta, una mujer que apenas llevaba en la empresa tres meses y justo había superado el tiempo de prueba para tener el contrato de trabajo en firme. Aún iba un poco lenta pero se había adaptado muy bien al ritmo estresante de ese trabajo. Además ahora, Alberto estaba de baja, así que ella estaba cargando con más expedientes de los que le tocaban porque no había sabido decir que no. O le había dado apuro, al estar de prueba y ser «la nueva».
Como sospechaba, Marta, que también acababa de llegar, mientras abría una de sus carpetas, se movió hacia un lado con la silla de ruedas para quedar a la vista y le preguntó con voz suplicante: «¿Puedes coger algún expediente más? Yo estoy a tope hoy.» «¡Qué va! ¡Yo también voy de culo!» Le contestó mintiendo. Marta bajó la mirada torciendo ligeramente la boca y desplazándose lateralmente de nuevo desapareció tras el monitor gris de su ordenador.
Empezaron a pasar las horas sin mucho que destacar y, como aquel día no tenía casi expedientes que reportar, sacó el móvil del bolsillo. Primero abrió Instagram, selfies, pies en la playa, smoothies, festivales de verano, fotos, fotos y más fotos de felicidad y ocio. «Y yo en la oficina.» Pensó. Luego abrió Facebook, y un poco más de lo mismo, artículos y noticias que no leía, gente pletórica, vacaciones. Una foto llamó su atención, era una foto de su hermana en una famosa coctelería, rodeada de amigas, todas sonreían y levantaban sus cócteles enseñando grandes y blancas sonrisas. Lucían hermosas y alegres.
Observó la foto y el post decía: «Nada mejor que estar en la mejor compañía!!!» «¡Já! Y a mí no me llamas nunca. De mí no te acuerdas.» Murmuró entre dientes.
CUANDO LAS MALAS NOTICIAS GOLPEAN SIN AVISAR
Por sorpresa una mano se posó en su hombro y se sobresaltó. Dejó el móvil rápidamente sobre la mesa mientras miraba con expresión interrogante a Julia. Era la recepcionista, que había subido a la segunda planta sin avisar. Julia se inclinó y en voz baja le comentó «Oye, os lo estoy diciendo a unos cuantos para que estéis avisados pero todavía no sabemos qué ha pasado con certeza. Bueno, sí sabemos qué ha pasado, Juan ha tenido un accidente viniendo hacia aquí por la mañana. Pero lo que no sabemos es si sobrevivirá.» Todas las alarmas se le dispararon como si un jarro de realidad le hubiera caído encima con toda su descarnada crudeza. «¡Qué dices! ¿¡Juan!? ¿¡El de cuentas!? ¿¡Viniendo hacia aquí!?» Un sudor frío le recorrió la espalda.
JUAN
Juan era uno más de los que llevaban allí desde que la empresa se instaló en España. Creía que incluso coincidieron el día en que hizo la primera entrevista para el puesto. Era un hombre serio, dulce, atractivo y que inspiraba confianza. No sabía mucho de su vida porque Juan era también reservado y discreto. Aunque no pasaba desapercibido, tan amable, tan bromista en los momentos de más estrés… La última vez que estuvieron riéndose juntos fue la Navidad pasada. Estaba toda la planta trabajando a destajo, era 23 de diciembre y había que cerrar trimestre como fuera, todo el mundo quería pasar la Navidad en paz, así que aquel día toda la planta se quedó más horas para terminar, incluso los que ya habían terminado con sus expedientes, se quedaron a ayudar a los demás. Eran un equipo. Era Navidad.
Y entonces apareció Juan sonriente y enérgico, vociferando que si queríamos té negro o verde, que una buena taza de té nos ayudaría a pasar esa larga tarde de trabajo, e iba repartiendo bolsitas de té por la mesas. Todo el mundo empezó a levantarse con sus tazas a llenarlas de agua caliente para su té. Juan consiguió que aquel día todo el mundo se marchara más feliz a casa con un simple y curioso detalle. A uno y a otro les iba diciendo «¡los buenos hábitos son los que te conservan una salud de hierro! ¡Buenos hábitos!» Todo el mundo estaba feliz saboreando el té que le había tocado. La gigantesca oficina se llenó de mil aromas, a clavo y canela, moras y naranja, merengue y menta. De aromas y de espíritu navideño gracias a Juan.
HOY ES EL PRIMER DÍA DE NAVIDAD
De pronto sintió que algo profundo había cambiado. Pensó en Juan. Pero también recordó el cuento de Navidad que su madre le contaba. Miró a Marta, que un poco confusa se había levantado y parecía no saber qué hacer al tiempo que Julia se alejaba por el pasillo.
—¡Marta!— Le exclamó para llamar su atención.
—¿Qué?— Le preguntó con mirada atónita.
—Pásame más expedientes que yo puedo cogerlos y soy más veloz.— Dijo de forma imperativa y añadió —¿Quieres un té? Tengo unas bolsitas en el cajón…— Marta tardó unos segundos en contestar.
—Sí claro, ahora te los doy, los expedientes. ¿Un té ahora? El calor…
—¡Absolutamente! El té nos concentrará y ayudará después de esto… Los hábitos Marta, los buenos hábitos son poderosos.— No sabía muy bien lo que decía. A lo que Marta, alargándole un fajo de carpetas, contestó:
—Toma, expedientes. Pásame tu taza que voy a por agua caliente para los tés.
LA HERMANA
Marta se dirigió con las dos tazas hacia la dispensadora de agua. Aprovechó ese momento para enviar un whatsapp: «Hermanita, guaperas, en qué andas??? Quedamos para cenar mañana???» Pensó en quedar en casa y cocinar algo, se había terminado eso de comer comida prefabricada. Cocinar cosas ricas y sanas. Que le hicieran sentir bien. La hermana no tardó en contestar: «Uooooh qué feliz me haces! Mañana a la hora que quieras amor!!!» Y muchos corazoncitos.
ELLA Y SU CUENTO DE NAVIDAD
No sabía cómo había llegado a ese punto de apatía y hastío. No sabía en qué momento su vida se había torcido ni por qué. Pero le iba a poner remedio. Ese 25 de julio era el primer día de Navidad para ella, e iba a proteger su espíritu navideño cada día. Ese espíritu que te pone de buen humor. Que te hace solidario y amable. Ese espíritu de compartir con los demás una taza de té caliente. Ese espíritu que le devolvía a su niña interior. La niña que todo lo puede y todo lo supera. Ahí radicaba su fuerza. Con amor y sabiduría.
¡Felices fiestas! Esperamos que os haya gustado nuestro cuento de Navidad.